miércoles, 3 de marzo de 2010

Happy alone

Vagar y vagabundear perdida del todo, esa era mi costumbre. Ir por el impulso, avanzar por la rutina sin recordar dónde había empezado el camino pero sabiendo que de algún modo había perdido mucho durante él, entre otras cosas a mí misma.

Caminar mirando al suelo y arrastrando los pies, sin ver nada más que mierda alrededor, perdiéndome el azul del cielo. Por suerte para mí, de noche la mierda se ve menos.

Llegue al bar fluyendo por el río de tormentos que me consumían y sonó aquella canción.

Y mis manos se envolvieron en su cuello y sus dedos cogieron mis mechones de pelo. Sabíamos que aquel que rascó las guitarras al grabar aquella canción de rock sabía a la perfección como sonaban nuestras almas arañándose mutuamente.

Aquello no era amor, era más mierda mundana. No diré que ya nunca jamás estuve sola. Pero fuimos felices compartiendo una sonrisa, solos, libres, perdidos en el instante de un mundo vacío.

Las tachuelas de mi camiseta de tirantes se enganchaban a su cazadora raída. Mi pelo largo y dorado se entremezclaba con su melena negra heavy, mis botas y sus converse chocaban el mismo suelo. Los brazos por encima de la cabeza, saltando. Los brazos envueltos en la cintura, abrazando. Felices, solos, y acompañados con los brazos entremezclados.

Sí que había química, por supuesto, se olía, se respiraba, y se escuchaba en forma de rock, pero la canción se paró y nuestros labios frenaron un instante antes de rozarse. Nos reímos y nos separamos. Su sonrisa se enganchó a todas mis tachuelas, mi sonrisa se coló por un agujero de su cazadora raída. Me puso una cerveza en la mano, me guiñó un ojo y desapareció por la puerta.

Desde aquella noche sigo sola, sigo feliz, con un recuerdo más, una historia inempezada en la que inevitablemente me tropecé conmigo misma.

Salí del bar remando por el río de tormentos que me consumían y en mi mente resonó aquella canción.

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