jueves, 25 de agosto de 2011

Comillas

A veces pienso que eres unas comillas, una repetición desganada de todo lo que vino antes que tú. Y yo, por asociación, vuelvo a repetir lo que ya hemos repetido. Recomienza la historia y suena entre comillas un “Érase una vez” más que de sobra conocido, que se alarga durante un bis como un estribillo. Y miro al horizonte y se siluetea el inevitable final del cuento infinito. Y aunque todos pensamos en el comienzo que el final sería y comieron perdices, lo cierto es que esa frase no va entrecomillada, y nunca, nunca, es la última. Siempre hay alguien que luego escribe “FIN” y el fin si va rodeado de comillas. Comillas como tú, desganadas y previsibles, de las que se otean en el horizonte.

sábado, 1 de mayo de 2010

Negro no es blanco...

Soy tan distinta de cómo empecé… capas de piel se me han caído a tiras, como se quitan las viseras llenas de mosquitos los pilotos de fórmula 1. Esas capas morenas que guardaban escritas en sus células las partes más pequeñas y esenciales de mí. Esta palidez que me envuelve no es mía, es una confusión, un error de un mal momento. Reflejo todo, soy reflectante, nada me penetra por esta piel lechosa. No absorbo nada.

Estas ramificaciones enrevesadas y azules que suben desde mi pecho hasta mi cuello no son mías, nunca las había visto antes. Tengo un árbol azul q me estrangula entre el cuello y la capa blanca. Creo que sus raíces me han tocado demasiado adentro. Rozan zonas intocables. No siguen orden, ni sentido, sólo están ahí. Crecen demasiado, tocan demasiado lejos.

Es la época de la poda. Las ramas se sesgan para dejar sitio a nuevos brotes, brotes que no estorben. Las ramas viejas caen al suelo inertes, las ramas nuevas florecerán en unos meses. La vida se renueva.

Yo tengo que podarme. Cojo el cutter e imito el sonido de la motosierra. Una a una voy cortando todas las ramas azules de mi pecho, y sigo con las del cuello. No me sorprende que salga la savia roja y oscura. Mi piel recupera un color parecido al de antes con este nuevo tinte. Se me tiñen las blanqueces. Algo que por fin penetra en mi piel muerta y fantasmal.

Me veo roja en el espejo. Veo mis surcos arenosos blanquecinos tornarse marrón oscuro por este nuevo y sorprendente río. No hay porqué preocuparse, aunque ahora este negro, pronto crecerán nuevas ramas, y el negro no es blanco.

martes, 16 de marzo de 2010

Y con lágrimas te pago...

Yo prostituyo mi alma.
Cojo mis sentimientos y los desparramo por cuerpos ajenos.
Practico el estraperlo con cada sonrisa y cada lágrima.

Me obligo a no quererte,
A no querer querer.

Obligo a mi corazón indefenso a someterse a mi voluntad de chula,
Y me pagan por ello con un nuevo día sin dolor de ti.

Tú,
tú prostituyes tu cuerpo.
Lo arrojas sobre cuerpos ajenos que te pagan en monodosis de placer comprimido.
Las dosis se acaban y no te queda nada.
Eres yonki de horas vacías llenas de intercambios de fluidos corporales.
Empezaste casi sin querer, una noche, una dosis.
No puedes parar, no puedes amar y por eso prostituyes tu cuerpo.

Y yo,
yo que te quiero, pago el precio de tu adicción y prostituyo mi alma.
Cojo mis sentimientos y los desparramo por cuerpos ajenos.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Happy alone

Vagar y vagabundear perdida del todo, esa era mi costumbre. Ir por el impulso, avanzar por la rutina sin recordar dónde había empezado el camino pero sabiendo que de algún modo había perdido mucho durante él, entre otras cosas a mí misma.

Caminar mirando al suelo y arrastrando los pies, sin ver nada más que mierda alrededor, perdiéndome el azul del cielo. Por suerte para mí, de noche la mierda se ve menos.

Llegue al bar fluyendo por el río de tormentos que me consumían y sonó aquella canción.

Y mis manos se envolvieron en su cuello y sus dedos cogieron mis mechones de pelo. Sabíamos que aquel que rascó las guitarras al grabar aquella canción de rock sabía a la perfección como sonaban nuestras almas arañándose mutuamente.

Aquello no era amor, era más mierda mundana. No diré que ya nunca jamás estuve sola. Pero fuimos felices compartiendo una sonrisa, solos, libres, perdidos en el instante de un mundo vacío.

Las tachuelas de mi camiseta de tirantes se enganchaban a su cazadora raída. Mi pelo largo y dorado se entremezclaba con su melena negra heavy, mis botas y sus converse chocaban el mismo suelo. Los brazos por encima de la cabeza, saltando. Los brazos envueltos en la cintura, abrazando. Felices, solos, y acompañados con los brazos entremezclados.

Sí que había química, por supuesto, se olía, se respiraba, y se escuchaba en forma de rock, pero la canción se paró y nuestros labios frenaron un instante antes de rozarse. Nos reímos y nos separamos. Su sonrisa se enganchó a todas mis tachuelas, mi sonrisa se coló por un agujero de su cazadora raída. Me puso una cerveza en la mano, me guiñó un ojo y desapareció por la puerta.

Desde aquella noche sigo sola, sigo feliz, con un recuerdo más, una historia inempezada en la que inevitablemente me tropecé conmigo misma.

Salí del bar remando por el río de tormentos que me consumían y en mi mente resonó aquella canción.

lunes, 1 de marzo de 2010

AMOR AZUL, SEXO AZUL, ORGASMO AZUL

Marta desliza su mano furtivamente entre sus piernas por debajo de las sábanas azul marino y contiene la respiración una vez más para comprobar que sus padres están dormidos. Exhala todo el aire en un jadeo de placer mientras se estremece. El día ha sido largo y duro, tanto como el pene que está imaginando en su interior. Las largas horas de clase, seguidas de largas horas de estudio han desembocado como todos los días en largas horas de ver telenovelas y comedias románticas bajadas de Internet. A las 4.00 a.m., cansada de sufrir por insomnio, decide disfrutarlo. Por su mente pasan en círculos cíclicos las imágenes de besos que ha visto durante toda la tarde. Escoge a su amante de entre ellos: un joven actor de ojos azules que en el capítulo de ese día ha discutido con su novia para acabar en las manos de otra chica que lo había planeado todo. Esta noche las manos de la amante del culebrón serán las de Marta, porque puestos a elegir prefiere ser la ganadora del capítulo.

A Marta no le gusta tocarse en esa zona, bueno, no es que no le guste, es que le parece inadecuado y va en contra de todo lo que le han enseñado en su colegio de monjas. Por eso titubea…

Él la mira con sus ojos azules tumbado sobre las sábanas azules de su cama y el sexo se vuelve azul.

Marta nota su olor sobre su cuerpo y su aliento en el cuello mientras el peso de “ojos azules” se deposita sobre ella encajando como un puzzle.

Marta se repite que cuando el amor es azul no hay nada que hacer. Nunca ha llegado hasta el final pero con un amante tan perfecto quizás sea hora de hacerlo.

El tacto liso y suave de su vagina en su mano rompe el encanto. Sin moverse ni un milímetro y casi sin respirar, Marta abre los ojos y se ve envuelta en la oscuridad y en sus sábanas azul marino. Pero no piensa claudicar tan fácilmente, si va a ser azul, va a ser azul del todo.

Marta mira fijamente las sábanas y recupera la esencia de él. Cierra los ojos de nuevo, se mueve ligeramente y se acomoda en la arena, ahora está en la playa y él sigue encima de ella. El azul de las sábanas y azul de los ojos se convierte en azul del mar.

Marta mueve un poco el dedo que tiene dentro, como si jugara a un “rasca y gana”, un poco más a la izquierda y luego a la derecha. Puede que Marta encuentre el premio si se esfuerza un poco. Su vagina comienza a estar húmeda. “Buaj que asco” piensa. Esta a punto de retirarse, pero él ya actúa por voluntad propia. Empiezan a moverse al ritmo de las olas de la playa. La cadera de Marta sube y baja al compás de su mano. Su amante es bueno y sabe cuando aumentar el ritmo y cuando frenar. Finalmente Marta tiene un orgasmo. El muchacho le sonríe satisfecho y ella le devuelve la sonrisa. Marta ha tenido un orgasmo azul pasión, su primer orgasmo y no es comparable a nada anterior que haya vivido.

Marta retira poco a poco la mano y abre los ojos. No hay playa, no esta él y lo único que tiene es la mano cubierta de algo pegajoso. Mueve la mano en el aire, le da vueltas, la observa. Contempla la silueta negra de su mano. Ya no hay azul, hay negro. Marta se arrepiente mientras se echa una tonelada de gel en las manos. Qué pensarían de ella si la vieran, o si la oyeran… vuelve a contener la respiración, no hay ni un ruido en la casa.

Marta se queda dormida entre el placer y la culpa. A las 7.40 a.m. el chico de ojos azules posa su peso sobre el cuerpo de Marta en sueños. Vuelve el azul, vuelven las olas. Marta está a punto de tener su segundo orgasmo, pero desgraciadamente llegan las 7.50 y suena el despertador.

Marta desliza su mano furtivamente entre sus piernas por debajo de las sábanas azul marino y contiene la respiración una vez más para comprobar que sus padres están aún dormidos. Cuando el amor es azul no hay nada que hacer.

domingo, 21 de febrero de 2010

Leña y brasas

A lo mejor si ardieras debajo de mis mejillas como cuando nos soñamos costaría menos levantarse al amanecer. Quizás si tus manos regaran de murmullos las células de mi piel costaría menos envejecer. Si entre tus uñas por las mañanas encontrases trozos de mi, arrancados del ardor y entre mis sábanas quedasen puñados de ti costaría bastante menos estar de pie. Pero eres un cúmulo, un limbo y un no estar con un no sé.

Si te veo y si te siento y tu no estar está tan claro ¿qué tiene sentido? Si entre mis brazos no hay ni un aliento, ni un suspiro, ni un jadeo ¿qué he sentido?

Me arrancas de entre las vértebras de la nuca a bocados las ideas, y me dejas consumida y ebria. Y tienes el deber y la virtud fantasmal de ese estar con un no estar del viento. Que hueles a mar ya lo recuerdan mis ojos, mi olfato se ha perdido de anhelarte entre las sombras. Si pudiera conjurarte, obligarte a estar, si pudiera atarte, prometerte, matrimoniarte y atraparte… entonces tú no serías tú. Que huyes a tu madriguera oscura de celos cuando asoma la madrugada los dos los sabemos y lo consentimos. Que te deslizas entre crepúsculos a chistar entre mis labios palabras envenenadas cuando cae la tarde lo conocemos y lo admitimos.

Esto es el amor, esta es nuestra versión. Una que no cansa y que no agota, una que no cala ni empapa. Una que transcurre y no hace más. Ni mellas, ni lloras, ni gozas, ni traspasas. Solo hay brasas, que si hubiera fuego, la leña estaría consumida.